Charly Berlocq, del inolvidable “Hulk” de la Copa Davis al apasionado entrenador que sólo piensa en el tenis
En entrevista realizada por el colega Ariel Giuliani para Ambito.com, el coach de Fede Coria y Ugo Carabelli, Charly Berlocq, manifestó su obsesión con las raquetas y cómo exige a sus dirigidos. “Busco ese límite”, analizó el Gladiador de Chascomús en la siguiente nota:
Carlos Berlocq lo retiene a Federico Coria largos minutos sentado mientras no para de hablarle de tenis. “Fefo” escucha atento, con la cabeza gacha, sin perder la concentración. Le come la cabeza. El corto trayecto hacia el área de jugadores también aporta otra arenga. No afloja. Lo convence que puede y que lo va a hacer. Horas después, sacude al Argentina Open: elimina a Sebastián Báez, uno de los favoritos locales. Profecía cumplida.
Ya pasó el fragor del ATP porteño, donde finalmente el menor de los Coria cayó en semis ante Facundo Díaz Acosta, luego campeón del torneo. El coach de Chascomús, con más relajación que en los partidos, se sienta a hablar con Ámbito en Deportes Racionales, a metros del BALTC. Los mosquitos, convidados de piedra, deambulan por doquier y los chasquidos de las palmas musicalizan la mañana.
“Qué locura”, dice sobre la invasión díptera que aqueja al AMBA y alrededores, incluso hasta La Plata. Pero el foco está en otro lugar, en el tenis, en el próximo jugador que debe entrenar y en su próximo viaje. Intensidad, dicen. Y los que lo dicen son sus propios pupilos, como alguna vez lo fueron Tomás Etcheverry y Juan Ignacio Lóndero, o como ahora sucede con Coria y Camilo Ugo Carabelli, de excelente partido ante Carlos Alcaraz en La Catedral.
“Soy exigente, busco ese límite”, se autoanaliza Berlocq, nacido en Chascomús en febrero de 1983 y retirado en 2019 tras dos títulos ATP en Bastad (2013) y Oeiras (2014), 19 en la categoría Challenger –es el máximo ganador histórico de Argentina- y la Copa Davis 2016, en la que jugó en la primera serie ante Polonia.
El triunfo lo relativiza; la derrota lo mueve. Asegura que el atleta ya quedó atrás y que ahora “lo disfruto desde otro lugar aunque con la adrenalina de antes”. Los partidos en el club de Palermo fueron prueba de su histrionismo y efusividad. Pero luego, fuera de la competencia, se vuelve implacable: “En los entrenamientos busco que haya cantidad pero también cierta calidad, porque hoy no quieren estar tanto tiempo en cancha, entonces tienen que mantener el foco al 110%”, le cuenta a este medio sobre su método. Pareciera que su imagen de titán de las raquetas sigue intacta.
Periodista: Días vibrantes como los del Argentina Open, ¿hacen que te pique el bichito de la competencia?
Carlos Berlocq: No, quedó atrás. Ahora lo vivo de otra manera, disfrutándolo desde otro lugar. Cada uno tiene su personalidad y en mi caso lo sigo viviendo con mucha adrenalina. Aprendo en el día a día a manejar mejor algunas emociones para no desgastarme tanto, porque lo vivo muy arriba y a veces siento que quedo muy cansado después de un torneo. Por un lado me gusta hacerlo así, me gusta que el jugador sienta ese compromiso mío, pero también tengo que cuidar un poco la salud.
P.: ¿Cuánto del ‘Charly’ jugador queda en el entrenador?
C.B.: Muchos creen que por mi personalidad quiero que a quien coacheo sea un Berlocq, y sería un error muy grande mío que yo tenga ese objetivo, pero por otro lado siento que como jugador fui muy profesional, muy apasionado con el tenis y esa esencia nadie me la va a quitar. De alguna manera el ‘Charly’ entrenador tiene gran parte de eso. No comparo a mi jugador conmigo, sino con los mejores del mundo. Siempre fui curioso, pregunto, quiero ver diferentes experiencias o pensamientos. Muchas veces me confiesan: “Cuando me fue bien es cuando me comprometía el día a día, cuando era profesional, cuando me la bancaba si no me salían las cosas”. Esa es mi manera de trabajar, que el jugador sea lo sea lo más profesional posible y con buenos hábitos, porque también me interesa mucho el fuera de la cancha.
“Prefiero que me traten de pesado a que me digan que soy relajado”, se sincera –aspecto que según él no negocia, porque la verdad ante todo-. El exnúmero 37 del planeta siempre fue catalogado como un jugador marcado por la entrega. Entrenamientos duros, prolongados, exigente consigo mismo. En su etapa como coach esos conceptos no cambiaron. No es casualidad que hoy sus tenistas también lo definan como una persona que demanda ciertas cosas, con orden y que pide lo mejor del jugador. Muchos, directamente, apelan al mote “intenso”.
“Si, si jajaja… ¿Quién lo dijo? Jaja”, se ríe el “Gladiador” en tono de aceptación, aunque tiene su propia versión del caso: “Soy muy apasionado, pienso las 24 horas en el jugador, por eso soy intenso. Pero a la larga el deportista te agradece esa exigencia, porque sino se relajan”.
Para muestra basta un botón, dice el refrán. En 2021, Etcheverry logró su primer triunfo ATP en Córdoba. Cuando derrotó al eslovaco Andrej Martin, el actual 27° del mundo, desbordado por la inmensa alegría, se eyectó para saludar a quien era su coach y celebrar juntos el hito. Pero no lo encontró. Resultó que Berlocq… se había ido corriendo a ver a otra cancha el duelo entre Lóndero y el español Albert Ramos, quien resultó ganador.
P.: ¿De alguna manera es como que tu pupilo ve que sos intenso porque estás comprometido?
C.B.: Si, me involucro un montón, dentro y fuera de la cancha. Obviamente es muy fina la línea de no agobiarlos o dejarlos descansar, y después hay diferentes personalidades. Algunos si lo dejas solos la verdad que no rinden, y les comentás: “Vos me decís que soy exigente, pero si yo te dejo un poco solo, fallás acá, fallás allá. Te dejo solo pero no me falles porque de alguna manera me estás perjudicando a mí también”. Entonces en ese sentido tenemos que ser un equipo. Es lindo, hay que trabajar un montón y hay que tener muchísima paciencia.
P.: Así como en el fútbol se busca un determinado DT según el estilo, ¿pasa lo mismo en el tenis o el coach se adapta al estilo del jugador?
C.B.: Creo que es un mix, pero mi estilo no te lo voy a negociar mucho, porque sino no lo disfruto. Si me tengo que adaptar mucho al tenista quiere decir que no estoy haciendo mi trabajo, y para eso él tendría que buscar un entrenador que tenga más ese estilo. Sí que con algunos me adapto mucho más que con otros. He tenido jugadores que realmente hacían todo lo que yo creía y ellos me respondían; y hay otros que tengo que adaptarme porque esa exigencia no les termina de servir. En general, soy exigente y busco ese límite. Después dependen las edades también. Me gusta preparar al jugador como para estar dentro de los mejores del mundo, como se preparan los buenos de verdad, pero no se consigue de un día para el otro, es una construcción diaria y que hay que mantenerla en el tiempo.
El tren cruza la calle Olleros a varios metros de altura y el tránsito ensordece en una clara señal de que las vacaciones llegan a su fin. De fondo, se escuchan algunos peloteos. Berlocq mantiene su bolso y raquetero bien cerca. Vive para el tenis, ese deporte que ha cambiado tanto de su etapa en el ATP Tour. En especial las carreras prolongadas.
“Hoy son más conscientes de la importancia de ser profesionales, el descanso, el trabajo, la prevención, el peso. Son mucho más profesionales que antes”, argumenta. Desde los implementos necesarios, hasta las técnicas y la alimentación, mutaron en los últimos 20 años. Reconoce que algunos hábitos antes eran asumidos como bondadosos y hoy son poco más que una calamidad: “Yo creía que comer cereales era perfecto, ahora hay ciertos cereales que están mal. Leche, yogur… yo me tomaba un litro de yogur todos los días y sentía que estaba haciendo muy bien las cosas. Ahora, en teoría, la lactosa es malísima”.
“No es fácil el tenis porque es muy exigente, cambia superficie, cada vez se juega más rápido, más intenso, que también lo hace más corto. Ahora tienen 38 años y ganan títulos, entonces el jugador más joven ve eso y se anima. Antes era como máximo 30 años. Yo me acuerdo que a los 22, 23 años le dije a mi mujer: ‘Si sigo jugando hasta los 30 años es porque estoy enfermo’, y jugué hasta los 36”, analiza el de Chascomús sobre la modernidad.
P.: ¿Crees que el tenis moderno es una mezcla de potencia y precisión sin precedentes?
C.B.: Se está jugando a una velocidad y a una intensidad muy superior a lo que era antes. Hoy por hoy es todo intensidad, agresividad y mantenerla; bajás un poco y te pasan por arriba. Y necesitas sí o sí la precisión, porque sino hay errores y no generas espacios. Está todo muy fino, es muy parejo. Después está el tema físico, mental, cómo lo mantenés en el tiempo en un partido.
P.: ¿Qué recordás de aquel partido con Rafael Nadal en las semis del Argentina Open 2015 que lo tuviste contra las cuerdas?
C.B.: Siempre me acuerdo, de todos los puntos. Iba 6-1 en el tiebreak. Era una linda chance para ganar un primer set. Después había que ver qué sucedía. Pero la verdad que era un jugador que me animaba. Yo entraba a la cancha y sentía que les podía ganar a esos jugadores. Me acuerdo que iba 6-1, metí una devolución que pensé que había tocado la línea, dije vamos y Rafa dijo no, sino hubiese sido punto mío; después un par de puntos lo jugó muy bien él. En el segundo set iba quiebre arriba y lo perdí. Muy lindo recuerdo jugar una semifinal acá con el estadio lleno contra Nadal. También tengo otro partido con Nishikori (NdR: en la edición de 2017) que perdí 6-3 en el tercero, una semifinal, hubiese sido lindo pasar a la final.
Pero para “Charly”, lo más importante no estuvo ligado a partidos o resultados, sino a un hecho más importante: “Me quedo con las vivencias, con viajar con mi esposa, que me bancó mucho toda mi carrera, y mis hijos, o que por el tenis llevé a mis padres a Europa”. Tampoco le carcome la cabeza aquello que no consiguió porque “siempre dije que el triunfo más importante fue ganarle a mi cabeza. Yo de los 18 a los 22 me ponía muy nervioso, la pasaba mal, sufría mucho cuando perdía. De a poquito fue mejorando y siento que fue lo mejor que logré en mi carrera”.
“Fui Top 100 durante 10 años, jugué torneos, la Copa Davis”, filosofa. Precisamente, la Ensaladera está en su casa, pero más que mirarla perdidamente, le genera orgullo “que mis hijos vean que su papá la tiene ahí”. El torneo por equipos tiene algunos de los episodios más recordados por Berlocq, como cuando definió el quinto punto ante Gilles Simon en la serie con Francia por los cuartos de final 2013, el día que reventó su remera y se transformó en Hulk. Pero esa es historia pasada. Ahora es momento de entrenar y tratar de aflorar la mejor versión de su dirigido. “Charly” no para.